La exposición aborda las últimas reflexiones de David Cantarero Tomás en torno a la imagen, sus mecanismos de generación de sentido hoy en día y su impacto como herramienta de comunicación en la sociedad contemporánea. A través de diversos formatos y técnicas que se actualizan y van ganando en complejidad, sus obras establecen un diálogo inquietante entre los objetos y su reproducción, la realidad y la mal llamada “copia”. Los contrapone para evidenciar las similitudes y diferencias, enfatizando sus materialidades distintas, pero claramente insubordinadas. Las jerarquías no existen, muy al contrario, su relación es la del encadenamiento y afectación mutua, funcionando como fenómenos autónomos que al aproximarse desencadenan una interrupción en el pensamiento y una extrañeza en la mirada. El discurso se aleja de la mentalidad moderna, dicotómica y reduccionista, en la que las imágenes destacaban como reproducción de su modelo, para alinearse con los presupuestos del llamado giro icónico ¬– teorizado por figuras como W.J.T. Mitchell, Gottfried Boehm – en el que estas adquieren una capacidad de agencia. Lejos de agotarse en el significado o lo textual, los objetos visuales recuperan una serie de cualidades que habían sido acalladas por la interpretación y enfatizan su presencia. La importancia de sus propiedades o estructuras físicas se nivela – o incluso prevalece – a su función social, reclamando un acceso al conocimiento a través de la percepción y el contacto directo con lo real.
El artista evidencia los mecanismos de articulación de sus piezas para generar un espacio que permite mirarlas desde otro lugar más crítico y consciente. Lo hace a partir de contradispositivos que activan un funcionamiento disruptivo y plantean interrogantes sobre la naturaleza de lo que estamos viendo. De esta manera, intercepta la relación promiscua y circular que normalmente facilitan los medios, para conceder a la imagen la oportunidad de reflexionar sobre sí misma y extrañar al ojo que la mira. Se produce una tensión entre lo que vemos y lo que creemos ver, el principio y el final, lo real y lo imaginario, la ausencia de sentido y su plenitud, lo superficial y lo profundo. Lo importante no es elegir donde quedarnos, sino permanecer en el entre: abrazando la ilusión, sin pasar por alto la realidad del mecanismo de la magia.